Crónica de un intérprete de refugiados: viaje de ida y vuelta

Por Miguel Adame Díaz

Miguel Adame Díaz es traductor e intérprete jurado de árabe especializado en Extranjería, apasionado de la buena música, del buen comer y triatleta en ciernes.

+ info: www.lenatakalam.net

Que la profesión del intérprete se antoja camaleónica es algo de sobra conocido para el que la ejerce. Y que las situaciones a las que nos enfrentamos son variopintas, también.
Cuando hace un año volaba hacia Lesbos, Grecia, para colaborar como intérprete de árabe y asistir a los cientos de refugiados que cada día llegaban a sus costas, me preguntaba en qué momento se había llegado a este punto de no retorno. Y a mi llegada, al entrar a trabajar de lleno en los campos de refugiados, recuerdos de viajes pasados a Siria se agolparon en mi mente: ¿qué sería del conductor de autobús de la línea Damasco-Alepo, del anciano barbero del Barrio damasquino de Souq Saroujah o de la pequeña pensión del centro de Alepo en la que solíamos alojarnos? Gente corriente, gente de a pie que, muy probablemente, también haya huido de una guerra civil que nunca nadie pensó que llegaría a ocurrir, o no al menos de esta forma.

Y, en este ámbito, los casi dos meses que pasé en Lesbos colaborando con Médicos del Mundo resultaron sencillos desde el punto de vista de la interpretación, aunque agotadores teniendo en cuenta la intensidad de cada jornada. Las asistencias consistían en interpretaciones consecutivas árabe<>español/inglés durante las exploraciones médicas a los pacientes en la consulta, en la llegada de los refugiados que en pateras arribaban a las costas griegas y durante el asesoramiento jurídico que distintas oenegés y autoridades ofrecían acerca de los procedimientos existentes para el registro en las oficinas del FRONTEX y las solicitudes de Protección Internacional o asilo en alguno de los países miembros.

La situación, no obstante, ha cambiado y mucho de un año para acá: los refugiados ahora no pueden continuar su viaje hacia Europa central cuando pisan territorio comunitario. A su llegada a Grecia y según su nacionalidad y si viajan solos o en familia, son ubicados en los campos de refugiados rehabilitados a tal efecto y que funcionan como un CIE al uso aquí en España para, posteriormente, ser realojados en cualquier centro del país heleno a la espera de su reubicación en el país al que hubieran solicitado la Protección Internacional.

Por mi parte y ya de vuelta a España, semanalmente asisto como intérprete en las escasas entrevistas de solicitud de Protección Internacional de los escasos refugiados que están siendo reubicados en nuestro país. Los procedimientos administrativos son muy parecidos a los de Grecia y las interpretaciones consecutivas bastante más llevaderas (sin agua ni nieve ni frio de por medio, y con los pies secos…)

Y la vida, que no deja de ser sorprendente, me ha regalado un momento fantástico que le hace a uno recordar que la profesión de intérprete puede llegar a ser, y de hecho es, fascinante: reencontrarte con un refugiado sirio al que hace un año asististe como intérprete en Lesbos y al que aquí vuelves a asistir es, además de casual, un atisbo de esperanza en todo este desastre humanitario, por lo que desde España seguiremos trabajando para recibirlos con la misma dignidad con la que ellos buscan un lugar en el que vivir.

Refugiados, sean bienvenidos.

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